lunes, 3 de agosto de 2009

HONDURAS

Carta abierta a la comunidad internacional


Punto de Partida es un colectivo que reúne a personas muy diversas, pero con una voluntad común: levantar un proyecto político que cuestiona al sistema capitalista y las relaciones de poder imperantes, ambos favorables a una minoría insaciable en su acumulación e inescrupulosa en su derroche.


Esa minoría fue quien encabezó el golpe al Presidente Salvador Allende, en Chile; esa minoría es quien ha estado detrás de los intentos de desestabilización del gobierno del presidente Evo Morales, en Bolivia; esa minoría es la que está, sin lugar a dudas, digitando a los golpistas hondureños.


Nuestro colectivo quiere hacer pública su condena a quienes han secuestrado el Estado de Derecho en Honduras y, hasta hoy, siguen reprimiendo al pueblo que se ha movilizado por recuperar su gobierno, el que mayoritariamente eligieron. Nuestra solidaridad está dirigida, fundamentalmente, a todas las personas que luchan por hacer prevalecer la voluntad del pueblo, expresada en la necesidad de justicia y el espíritu libertario.


Nos llama profundamente la atención el que los golpistas hondureños estén —al menos en las declaraciones— absolutamente aislados por la comunidad internacional, con algunas medidas concretas en el plano del bloqueo económico, y que al mismo tiempo, mantengan una posición intransigente al momento de la negociación mediada por Oscar Arias en representación de la OEA. La pregunta que nos cabe, es si realmente no cuentan con el apoyo de ninguna nación o, por el contrario, el discurso de la Casa Blanca es sólo eso.Toda una vida de intervenciones criminales por parte del Imperio hace que las dudas recaigan en el gobierno de Barack Obama y sus aparatos de “inteligencia”.


Pese a que podríamos creer que estas prácticas en nuestra Latinoamérica ya se veían lejanas y hasta casi obsoletas, vemos, con angustia, que no es así. Vemos que cada vez que un pueblo intenta darse su propio camino, quienes se sientan en el sillón del poder, nos hacen saber que no es tan fácil, que debemos pedir permiso para ser y hacer nuestra propia historia.


No olvidar es una de las reglas para poder pisar firme el presente. No olvidemos: nuestro continente ha sido campo fértil para golpistas, apoyados por nuestros vecinos del norte. La diferencia aquí es que se viste de "constitucional" un acto que no deja de ser lo que es: un golpe de Estado. La prensa en todo el mundo llama "nuevo presidente" al dictador ¿Qué es esto? ¿A qué nos enfrentamos? Debemos poner las cosas en su lugar, ya basta de eufemismos, queremos una América Latina sin vigilantes, sin tutores. Ya basta de decirnos qué y cómo debemos hacer, como si fuéramos niños que aún no aprenden a caminar. Los pueblos deben decidir cómo, cuándo y por qué caminos avanzar, como naciones que tienen historia y saben y quieren vivir en la democracia que se han dado.


Punto de Partida no puede estar ajeno a estos acontecimientos, en tanto nos oponemos al capitalismo como forma de articular y vivir la vida. Seguiremos con atención el proceso hondureño y estaremos disponibles para sumarnos a cualquier manifestación de apoyo al pueblo que lucha por recuperar su libertad para seguir desarrollando el proceso democratizador interrumpido por los golpistas.


Valparaíso, Chile, 28 de julio de 2009

martes, 7 de julio de 2009

Algunos argumentos para validar la urgencia de un cambio

¿Por qué es necesario el cambio?, ¿cuál es la urgencia?
Luego de leer el documento “Chile – Ideas para provocar el debate sobre la necesidad de una orgánica para la acción política”, además de asentir con la cabeza en varios párrafos y sorprenderme de otros en los que aparecen ideas que no había pensado, cuestión que siempre es gratificante. Se abalanzaron sobre mí, interrogantes en el sentido de esbozar una respuesta a modo de argumento para aquellos que aún no perciben esta necesidad de un cambio medular y no sólo una reestructuración de las mismas piezas.

Se me ocurre que hay que estar medianamente sano o al menos consciente del individualismo exacerbado y de la poca evolución respecto de los primeros años del capitalismo duro del siglo XIX. Todo esto dentro de un proyecto en el que cabemos todos, porque nuestros tipos parecen estar diseñados a priori para caminar derechitos por la senda del progreso, aunque estemos en la base del erecto vector del éxito. Hasta el anarco-punky y la familia en “situación de calle” tienen un puesto con su nombre en la fiesta neoliberal.

Entonces ¿cuál es la urgencia? No somos tontos; aprendimos del desastre del salitre diversificando producciones, en tiempos de crisis se le aprieta el cinturón a la clase que corresponde, la clase media. Nuestras universidades producen profesionales calificados, reconocidos en su excelencia internacionalmente, no son “chantas”. Tenemos los más altos índices de influenza humana, pero porque los chilenos y chilenas viajamos mucho; nuestro estándar de vida nos permite estar en junio de vacaciones por Europa o el Caribe. Además, contamos con el Plan Auge que cubre gran parte de las enfermedades de mayor incidencia en nuestra población; como el cáncer en las más recurrentes de sus manifestaciones (se le conoce también como la enfermedad de la tristeza). Y tantas otras razones de peso que alimentan ese chauvinismo que se manifiesta con toda gracia especialmente en los partidos de fútbol.

Entonces ¿por qué? Porque ostentamos proporcionalmente uno de los mayores índices de violencia intrafamiliar en América Latina y el mundo, porque también tenemos récord en enfermedades psiquiátricas como depresión, dependencia a las drogas y/o alcohol, trastornos de la alimentación, entre otros. Porque si la tasa de natalidad va en aumento no es por el bienestar económico, sino por la enorme cantidad de adolescentes con embarazos no deseados, sin acceso a sistemas seguros y cómodos de prevención como la pastilla del día después y, sin embargo, bombardeadas de información televisiva de alto contenido erótico donde se potencia la sexualidad sin ningún tipo de reflexión. Porque somos uno de los países en el mundo con más control del VIH en la población homosexual y de trabajadores y trabajadoras sexuales, pero aún no controla ni la punta del iceberg de la población heterosexual contagiada formada especialmente por adolescentes y mujeres cuyos esposos hacen uso de sus derechos masculinos dentro y fuera de la casa.

¿Qué más se puede pedir? digo yo, si nuestro representante en el Vaticano es el mismo que dejó sin sustento económico a profesores que “vivían en pecado” por no estar casados por la iglesia, el mismo que envió al destierro social y educativo a las adolescentes embarazadas que estudiaban en colegios bajo el alero del obispado de Valparaíso.

Y personalmente, no puedo olvidarme de los altos índices de maltrato animal, la crueldad e indolencia frente al dolor de otro ser vivo; animales mutilados, famélicos con sus crías a cuestas, muchas veces golpeados sin piedad por individuos endemoniados por la pasta base (otra joyita neoliberal). Estos compañeros, cuyo aporte ha sido imprescindible en el crecimiento productivo de nuestro país; el percheron que saca los botes de la mar cargados de peces, la llama, la alpaca, hasta el perro que acompaña la soledad del arriero incondicionalmente. Podría gastarme la vida nombrando ejemplos de la solidaridad de nuestros animales al igual que las razones por las que es necesario un verdadero cambio.

Yo, al menos, quiero que mi hija y todos los niños y niñas de mi país y del mundo sean sanos, libres y sobre todo felices. ¿Será posible en la situación actual?

jueves, 2 de julio de 2009

Ideas para provocar el debate sobre la necesidad de una orgánica para la acción política

El escenario de transformaciones de la economía y la subjetividad en Chile hacen necesario nuevas formas de organización para reactivar la acción política. El agotamiento de los “proyectos tradicionales” presentes en la realidad chilena resulta evidente, tanto de aquellos que durante estos años han contado con representación parlamentaria, como de aquellos que se han mantenido fuera del sistema político representativo.

En este escenario, especialmente confuso desde el punto de vista político-electoral, emergen diversas voces autoproclamándose la representación de una diferencia, una distinción, un cambio con respecto a aquellos proyectos que se declaran agotados. Senadores que se deciden a iniciar proyectos personalistas, diputados que intentar representar un cambio generacional, pactos de izquierda que se proponen enfrentar al proyecto hegemónico pactando con él su incorporación al sistema electoral, son todos proyectos que intentan competir en una suerte de ruleta rusa para ver si reciben al final de la jugada, una tajadita del sistema.

El problema es que todos estos proyectos parecen querer hacer política sin antagonismo. Intencionalmente o no, encarnan paradójicamente la metáfora del desalojo que popularizara hace ya un tiempo la derecha chilena. Efectivamente, la metáfora del “desalojo” expresa una competencia sin antagonismo en la cual la disputa se establece por administrar “el lugar” de la política, mientras se asume un consenso en torno al sistema que la política debe administrar. Si bien debemos ser justos y decir que muchos de estos actores no tienen un consenso explícito con el modelo, su acción en la práctica reproduce el orden fundante, y por lo tanto, refuerzan su mantención en el tiempo.

Esta separación entre política y antagonismo es uno de los mayores logros de la transformación de la subjetividad producida a partir de la implementación del modelo neoliberal en Chile. La política ha sido vaciada de su significado histórico vinculado a la confrontación de proyectos históricos, modelos de sujeto y sociedad, y proyectos de vida personal. La idea que la mayoría de la gente dediquemos parte de nuestro esfuerzo personal, nuestro tiempo, nuestros recursos, nuestro trabajo, al desarrollo de un proyecto político hoy resulta extemporáneo. La idea respecto de que la política tiene que ver con la sistematización, el compromiso, la organización del trabajo se ha perdido, y por ello, cada elección presidencial desde aquella en que debutaron los proyectos alternativos con Max-Neef, nos encontramos con algún proyecto "espontaneísta" que intenta hacer política sin antagonismo a través de un discurso que trata de capitalizar el descontento, el desazón y el agotamiento de los proyectos hegemónicos.

En este contexto, resulta evidente la necesidad de activar una experiencia política que se aparte de los discursos explícitos e implícitos del “desalojo” y se proponga reconstruir un antagonismo movilizador, vitalizador, activador de una acción política de largo plazo, que sin atolondrarse, se proponga avanzar a través del diálogo entre lo local y lo global, en la construcción de un discurso político capaz de convocar a los nuevos sujetos de nuestra sociedad.

La formulación de un proyecto de estas características supone recuperar la idea de militancia, de compromiso, de sistematización en la tarea de hacer política. No es posible pretender reconstruir un nuevo antagonismo político desde el "espontaneísmo" y la improvisación. Efectivamente, las técnicas de gobierno de la subjetividad política (encuestas, anuncios publicitarios, informes de centros de estudios, noticiarios, elementos de consumo material y simbólico, etc.) son tan eficientes en la actual sociedad de la información, que cualquier pretensión de iniciar una acción que vaya en contra de sus intereses, debe ser capaz de aglutinar mucha fuerza y compromiso social.

Por ello es que el desafío de hoy no es seguir trabajando sólo el diagnóstico del actual sistema político, como si pudiéramos llegar algún día a una representación exacta de lo que efectivamente es el mundo actual, sino más bien, el desafío de hoy es abrir un debate sobre cómo podemos organizarnos para enfrentar el actual estado de cosas. ¿Qué tipo de orgánica podemos asumir que integre positivamente el valor de la militancia y el compromiso, con la creatividad y la flexibilidad?

La forma de organización que nos demos debe superar nuestros traumas anteriores, es decir: debemos superar la tranca de la generación de los 80 de haber sido derrotados por la máquina partidaria, debemos superar la debilidad de la generación de los 90 de no haber sido capaces de construir nada distinto a la máquina partidaria y debemos también superar el miedo moralizante de la actual generación sobre toda manifestación de la maquinaria partidaria. No podemos discutir sobre una forma de organización democrática y eficiente sin dejar atrás esos traumas, esas trancas, esos miedos, esas debilidades. No porque debamos renunciar a las críticas contundentes que hemos construido en estos años ante estas formas de organización del poder, sino porque debemos ser capaces de construir de manera creativa una nueva manera de trabajo, democrático y participativo, pero también formal y efectivo para iniciar un proyecto político de cambio con resultados en el mediano y largo plazo.

La invitación de esta jornada es a debatir sobre cómo podemos organizarnos, ¿qué tipo de orgánica podemos construir?, ¿qué modelo de funcionamiento podemos asumir? Si hoy somos capaces de construir un acuerdo sobre aquellos elementos mínimos que deben sustentar la estructura de un proyecto político novedoso, estaremos dando un pequeño gran paso para que esta no sea una nueva iniciativa fracasada que recordemos en algunos años más.

Alegato a favor de la mayoría

UNO

Es cierto. No ocupo un solo cargo de representación hace ya largos años. Es más, no me interesa. Ya tengo suficiente con representarme a mí mismo.No obstante lo anterior, me siento, desde una perspectiva socio-económica, parte de una mayoría que ha sido avasallada durante 36 años por una dictadura neoliberal implacable, con todas las implicancias negativas en el ámbito de nuestros derechos políticos y culturales.


No es mi intención aburrirlos con datos estadísticos que ilustren las diferencias socio-económicas existentes. Basta con decir que quienes gozan de los beneficios de dicha dictadura, desde los grandes empresarios monopolistas, hasta las jefaturas de esa gigantesca empresa llamada Estado, constituyen una minoría. Al contrario, la inmensa mayoría nos distribuimos entre la pobreza extrema, la pobreza del salario mínimo (incluso el ético) y la pobreza disfrazada de tarjetas de créditos. Conscientes o inconscientes, pobres todos.


Desde esta realidad y por esta realidad va mi alegato. Sin eufemismos, sin falsos pudores; con respeto, pero categórico. Demasiado tiempo disfrazando el gesto y la palabra, nos ha llevado al corazón de la hipocresía, cuando no, al solaz de la ignorancia. Soy plenamente consciente de que los procesos sociales y políticos, en tanto los hacemos los seres humanos, son imperfectos. Pero, a la vez, son perfectibles, y esa es la premisa desde donde alego que estados o realidades que beneficien a la mayoría de las personas y a su hábitat, son posibles de alcanzar.


DOS

Si existe un grado de acuerdo entre los disidentes del sistema capitalista, sobretodo en su expresión neoliberal, planetaria y sin contrapesos, es que tenemos como resultado del desarrollo del mismo una sociedad enferma.En este contexto, nadie puede pretenderse completamente sano. Las diferencias entre los individuos son, más bien, los tipos y grados de patologías que padecemos.


Ciertamente, ser conscientes de esta situación representa una ventaja en relación a quienes no lo son, pero por las características globales de la pandemia neoliberal, la ventaja es bastante relativa. Un habitante de un pueblo afectado por una peste, al tener conocimiento del grado de infección alcanzado y las causas de la misma, podrá enfrentar de mejor manera su sobrevivencia. Sin embargo, si la mayoría permanece ignorante, y por lo tanto, inerte; tarde o temprano dicho habitante será parte de un mismo final.Es más, el ser consciente de la enfermedad no significa, necesariamente, el querer combatirla.


Así, el individuo consciente de la realidad que vive ha venido optando, de generación en generación, entre las siguientes alternativas:


1.- Dada la profundidad y complejidad de la crisis y las fortalezas de los dominadores del sistema, lo más razonable es manejarse dentro del orden establecido. Desde el ciudadano honesto, solidario y laborioso; hasta el delictivo, egoísta y dispendioso yuppie; el camino elegido tiene un solo nombre: alienación.


2.- Dada la profundidad y complejidad de la crisis y las fortalezas de los dominadores del sistema, lo más razonable es manejarse fuera del orden establecido. Desde el solitario y errático drogadicto; hasta la comunidad esotérica establecida; el camino elegido tiene un solo nombre: evasión.


3.- Dada la profundidad y complejidad de la crisis y las fortalezas de los dominadores del sistema, lo más razonable es manejarse contra el orden establecido. Desde el joven organizándose en su población; hasta los míticos guerrilleros, el camino elegido tiene un solo nombre: rebelión.

Estamos en el punto: nuestra opción es la rebelión.


Albert Camus afirmaba que, en lo más básico, un hombre rebelde es aquel que dice no; que en este primer movimiento está implícito un valor que supera la mera negación de la condición de sometimiento en la que se vivía hasta el momento del no. Este valor es una afirmación de futuro; el querer ser algo distinto (por lo general, radicalmente) a lo que se era. Pero ¿es suficiente este acto de la voluntad?


El marxismo y sus derivaciones, indudablemente, aportan el rigor científico, la racionalidad que permite encauzar prácticamente todas las experiencias de rebelión del siglo pasado. Empero, el fracaso fue estrepitoso, la derrota castradora. Aún más, en la historia de las rebeliones constituyen mayoría las que no cristalizaron. Tanta rebelión aplastada, tanta rebelión suicida, tanta rebelión traicionada. ¿Tendrá sentido persistir?, ¿tendrá sentido disputar un poder que ha sido diseñado para salvaguardar los intereses de una minoría cada vez menor y para el sometimiento de una mayoría cada vez mayor? ¿No será hora de imaginar nuevos derroteros para las rebeliones en ciernes?


Interpelado por estas dudas, el objetivo de este alegato es abrir debate, aportar al discernimiento colectivo e incitar a una acción emancipadora coherente con el tiempo que nos toca vivir y con la condición humana, siempre diversa, siempre en reflujo.


TRES

La consolidación del neoliberalismo como sistema planetario se asocia y se refuerza con el proceso de globalización, lo que posibilita que cualquier individuo, en cualquier rincón del mundo -quiéralo o no- disfrute, o la mayor parte del tiempo y para la mayoría de las personas, sufra las consecuencias de decisiones tomadas en centros de poder anónimos.Vivimos la Aldea Global que hace medio siglo profetizara Mac Luhan, y en los próximos cincuenta años, de no mediar cambios sustantivos en las relaciones de poder actuales, es probable que nos acerquemos más, como especie y sociedad, a la Matrix de los Wachowsky, que al proyecto de humanidad al que dice aspirar la ONU.


El desarrollo tecnológico, particularmente en el campo de la informática y las comunicaciones, se constituye en el eje del proceso de globalización; siendo los agentes del neoliberalismo los operadores de facto y primeros beneficiarios de sus múltiples potenciales. La perversidad del sistema, la inexistencia de referencias éticas de sus agentes, ilimita sus medios permitiéndoles una acumulación inagotable de poder.

Así, la apropiación de los medios de comunicación por parte de los impulsores, partidarios y administradores de dicho régimen, tiene un doble efecto en el consciente y subconsciente colectivo: funde globalización y neoliberalismo en una sola imagen, retroalimentando sus propósitos en un discurso único que transita por doquier, a la velocidad de la luz. A la vez, genera en los disidentes y víctimas conscientes de este perfeccionado armado capitalista, una sensación progresiva de aislamiento, angustia y fatalismo.


Toda elaboración teórica, toda expresión concreta, pequeña o grande, individual o colectiva, a favor de la humanidad pareciera no existir o no tener sentido. A cada minuto, prensa, noticieros y publicidad nos repiten la verdad única: la del Dios Mercado. Y en esta sociedad mediática -como bien lo señalara Ramonet- repetición equivale a prueba. Esta verdad virtual se hace carne en las irrefutables cifras de los ministros de Hacienda de la Aldea neocapitalista y en el sánscrito de los economistas adscritos.Allí donde se han respetado los mandamientos que anunciara el profeta von Hayek, el paraíso terrenal de los de arriba, es cuestión de tiempo y de “chorreo” para los de abajo. Pero ¿por qué no calzan estas estupendas cifras con el hambre, el hacinamiento, la prostitución infantil, la delincuencia, la drogadicción y todas las inhumanidades que desbordan nuestras ciudades y campos? ¿Cómo ocultar -por ejemplo- los mas de 200 millones de pobres de esta América morena que señalan los informes de la CEPAL?


CUATRO

Uno de los decanos del periodismo estadounidense, el liberal Walter Lippmann, teorizó sobre el modelo predominante (y único válido para sus promotores) en las sociedades occidentales: la democracia representativa. A Lippmann debemos agradecerle el que haya tenido la franqueza de decir las cosas por su nombre. Para él, en este tipo de democracia existen dos grupos claramente diferenciados: uno, la clase especializada, que analiza, toma decisiones, ejecuta, dirige y controla los asuntos públicos; el destino de toda la sociedad. Por cierto, una minoría. Y dos, precisamente, la inmensa mayoría de la población que siendo incapaz de entender y decidir sobre su propio destino, se ve “beneficiada” por las decisiones y acciones de la élite. A esta clase de ineptos, Lippmann, los denominó el rebaño desconcertado.


Cada cierto tiempo, el rebaño desconcertado, tiene el “privilegio” de elegir, entre distintos tipos pertenecientes a la élite, uno que lo represente. Y si el cargo es menor, uno que represente a quien nos representa a nosotr@s. Depositado el voto en la urna, el rebaño desconcertado debe volver a su rol de espectador, hasta una próxima elección. Si este ritual no se altera, la clase especializada concluirá que tenemos una democracia ejemplar.

Pero si llega a ocurrir que el rebaño se pone inquieto, que no le gusta como se están dando las cosas, que empieza a darse cuenta que las diferencias de la minoría de arriba con la mayoría de abajo, son abismales; si al rebaño se le ocurre iniciar un proceso de organización, a renegar de su desconcierto; entonces la élite echará mano de todo su potencial propagandístico con el objeto de persuadir a la masa de lo bien que estamos, y que si usted no está contento de cómo lo han hecho las autoridades, ya vendrá un nuevo torneo donde podrá elegir un o una mejor representante.


Si la cosa se pone más complicada, los militares -salvo honrosas excepciones- estarán siempre ahí, a la mano; ya sea para reprimir, ya sea para pasar a formar parte de la clase especializada, como ha ocurrido a lo largo y ancho de nuestra historia como pueblos sometidos.


CINCO

El concepto de poder que caracteriza a la democracia representativa no difiere, en lo esencial, del concepto que rige a cada una de organizaciones e instituciones que constituyen nuestras sociedades.

Si pudiéramos esquematizar de manera sencilla dicho concepto, podríamos señalar tres elementos que lo definen: verticalidad, dependencia y uniformidad.


1.- La verticalidad se expresa, en su polo superior, con una concentración total del poder de definición, decisión y ejecución de las cuestiones que competen al conjunto de la sociedad.

Por otro lado, en el polo inferior, en la más absoluta ignorancia, cuando no en la más condenable desidia.


2.- Esta verticalidad en toda su (de) gradación, requiere generar las dependencias, individuales o colectivas, que permitan el funcionamiento eficiente y eficaz del orden establecido.


3.- Asimismo, requiere que la inmensa mayoría de los individuos respondan a patrones culturales, políticos, sociales y económicos que uniformen su racionalidad y sentimientos respecto de la cosa pública.


La consecución de la permanencia de estos tres elementos resultan vitales e insoslayables para quienes detentan el poder. Ergo, la posibilidad de un cambio radical en las relaciones humanas en pos de una sociedad más justa y libertaria pasa, en primerísimo lugar, por erradicar este concepto de poder. De ahí que, otro poder, debe plantearse como la antítesis del esquema señalado.


Frente a la verticalidad, debemos potenciar relaciones de horizontalidad. Esto no significa desconocer las representaciones que una orgánica pueda darse. Significa que esa representación está absolutamente condicionada por el mandato de la base. Es lo que los zapatistas denominan el mandar obedeciendo.


Frente a la dependencia, debemos promover la autonomía. El militante de una orgánica que promueve la autonomía deberá defender los principios de dicha orgánica allí donde se desenvuelva (sindicato, junta de vecinos, organización estudiantil, etc.), pero podrá y deberá acatar el mandato de su base de actividad laboral, estudiantil u otra. Asimismo, al interior de la orgánica en que milita podrá, con toda libertad, hacer valer sus diferencias puntuales o temáticas, sin que por ello quede en cuestión su militancia.


Frente a la uniformidad, debemos rescatar la diversidad. La diversidad desde la perspectiva de otro poder, no es el simple ejercicio de la tolerancia. La diversidad es un hecho, pero también una riqueza colectiva. Lo realmente importante es que, a pesar de nuestra diversidad, podemos crear un proyecto colectivo que nos lleve a la construcción de una sociedad mejor que la que padecemos.


Por último, la conjunción de relaciones humanas horizontales, autónomas y diversas, nos permite el desarrollo de una sociedad comunitaria que es, a su vez, la antítesis de la disgregación que favorece el desarrollo del sistema capitalista en todas sus variantes.


Una definición tal, nos pone en una situación compleja y minoritaria en el ámbito del activo político.

Nos estamos oponiendo no sólo a quienes detentan el poder; sino que, también, a quienes aspiran a conquistar los centros de poder existentes. Aunque esta conquista levante las banderas del bienestar de las mayorías pobres y marginadas.


Si el poder de decisión respecto de una estrategia y programa, global e integral, de superación de las pobrezas no recae en dichas mayorías, tarde o temprano, asistiremos a la reproducción de la corrupción propia de una forma de poder que niega la participación de quienes debieran ser protagonistas de su propia emancipación.

martes, 30 de junio de 2009

Quiénes somos

Desde la región de Valparaíso, somos un grupo que aspira a participar en una experiencia política que aporte, en el corto plazo, a la activación de aquellos que dispersos, compartimos el desagrado e insatisfacción con el modo de vida que impone el modelo económico y la matriz cultural dominante. Pero, además, aspiramos a ser parte de una iniciativa que tenga la capacidad, en el mediano y largo plazo, de participar en una experiencia de actuación política concreta, en el ámbito de un territorio específico, con un proyecto político realista, para ejercer un contra-poder efectivo en dicho espacio territorial.

La aspiración final que nos moviliza es aportar a la construcción de una sociedad más democrática y justa, donde nadie pueda decidir por otro sus derechos y donde nadie puede tener en exceso cuando la mayoría tiene poco y algunos incluso no tienen nada.

Proponemos organizarnos como un colectivo que tiene el deseo de participar formalmente en la política de un territorio determinado. Estamos hablando de un movimiento que decide colectivamente, que define y divide tareas y funciones, representantes y voceros, y que estos deben rendir cuenta de su función y/o representación, rotando en el tiempo.